En el vasto mundo de los concursos de talentos, donde los concursantes compiten por atención y aplausos,
existen momentos que trascienden la mera actuación, momentos que se imprimen en la memoria colectiva de audiencias y jueces por igual.
Un momento así se desarrolló cuando un joven muchacho pisó el escenario, su presencia modesta, su actitud humilde.
Sin que muchos lo supieran, su actuación provocaría emociones de una calidad rara vez vista,
llevando incluso a los jueces más estoicos a derramar lágrimas desde el principio de su canción.