Imagina que posees un faro, una imponente atalaya que vigila la extensa superficie acuática, un símbolo tanto de historia como de esperanza.
Sheila Consaul, una entusiasta de la preservación histórica de 65 años, no solo lo imaginó, sino que lo convirtió en realidad.
Sheila compró un faro abandonado en Fairport Harbor, Ohio, por 71,000 dólares estadounidenses. Desde entonces, ha invertido más de 300,000 dólares para convertirlo en su casa de verano soñada.
Vivir en un faro está lejos de ser ordinario. Lo primero que se nota es el aislamiento.
No hay un camino que conduzca a la entrada principal. En cambio, se estaciona a media milla de distancia y se llevan todos los suministros, alimentos, agua e incluso gasolina para el generador, a mano. Pero una vez que estás allí, la experiencia es única.
El viaje de Sheila comenzó con el deseo de un refugio veraniego fresco y el amor por la preservación histórica.
Cuando se enteró de que el gobierno subastaba faros, vio la oportunidad de combinar ambas cosas.
El faro estaba en un estado de deterioro cuando lo adquirió: ventanas rotas, estuco desmoronándose y una necesidad urgente de pintura. Pero Sheila no se desanimó.
Obtuvo un préstamo hipotecario y emprendió un viaje de renovación que sería desafiante pero gratificante.
El proceso de renovación no fue en absoluto lineal.
La ubicación remota del faro significaba que cada material de construcción debía transportarse en barco y levantarse con una grúa.
Los desafíos no terminaron aquí; el faro estaba completamente desconectado de la red eléctrica.
Sheila tuvo que volver a cablear todo el sistema eléctrico y depender de un generador a gasolina para la electricidad, lo que convirtió la gasolina en otro elemento esencial en su larga lista de suministros.
A pesar de los obstáculos, la transformación es asombrosa.
El faro ahora cuenta con una cocina totalmente equipada con encimeras de granito y electrodomésticos modernos.
Los sistemas eléctricos y de fontanería fueron completamente revisados, y las ventanas, una vez rotas e inservibles, ahora son totalmente funcionales e incluso tienen hermosas vidrieras.
Pero no se trata solo de los cambios físicos, se trata de preservar la historia.
El faro aún conserva su escalera original de hierro fundido y pisos de color marrón oscuro.
Incluso el aljibe, que solía contener agua para los cuidadores del faro, fue reutilizado.
Ahora recoge agua de lluvia, que luego se trata y se utiliza en toda la casa. Sheila logró modernizar el faro, pero al mismo tiempo preservó su integridad histórica.
El faro es más que un hogar, es un tesoro para la comunidad.
Sheila lo comprende y ha abierto sus puertas al público, organizando días de puertas abiertas anuales desde 2012.
El faro sigue siendo una ayuda de navegación activa; su luz es mantenida por la Guardia Costera y brilla cada noche como símbolo tanto de historia como de comunidad.
¿Lo haría Sheila de nuevo? Probablemente no. El viaje fue gratificante pero agotador.
Está satisfecha con su singular casa de verano y no tiene planes de alquilarla, aunque no descarta la posibilidad para el futuro.
Por ahora, disfruta de los frutos de su trabajo y de la experiencia única de vivir en un faro.
La historia de Sheila Consaul muestra lo que se puede lograr cuando la pasión se encuentra con la perseverancia.
No solo compró una propiedad. Compró un pedazo de historia y lo restauró con amor para las generaciones futuras.
¡Mira el recorrido completo del faro en el video a continuación!
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