La niña llegó tarde a la entrevista de trabajo porque había ayudado a un anciano, pero cuando llegó a la oficina, casi se desmaya por lo que vio.

HUMOR Y POSITIVO

**La chica llegó tarde a la entrevista de trabajo porque ayudó a un anciano – pero cuando llegó a la oficina, casi se desmaya por lo que vio 😱😱**

Ana se apresuraba hacia una entrevista de trabajo. No era cualquier empleo: era el trabajo de sus sueños, una oportunidad para cambiar su vida y salir del interminable ciclo de trabajos ocasionales.

Estaba a punto de llegar al cruce cuando escuchó un grito y el ruido del tráfico. Al otro lado de la calle, un anciano comenzó a tambalearse, se llevó la mano al pecho y cayó lentamente al asfalto.

Los conductores tocaban la bocina, alguien gritaba desde una ventana, los peatones pasaban de largo y apartaban la mirada, como si esperaran que el problema desapareciera solo si no lo veían.

Ana se detuvo. Su mente le gritaba: “¡Llegas tarde! ¡Sigue corriendo!”. Pero cruzó corriendo la calle y se arrodilló junto al hombre.

—¿Se siente mal? —preguntó con voz temblorosa, colocando una mano sobre su hombro.

El anciano respiraba con dificultad, sus ojos medio cerrados. Con su última fuerza, señaló su bolso:

—Las pastillas… en la billetera…

Ana contuvo la respiración y empezó a buscar con dedos temblorosos en su vieja bandolera de cuero.

Finalmente encontró un pequeño frasco. Sacó rápidamente una pastilla, se la colocó con cuidado en la boca y lo ayudó a tragar.

—Respire… con calma… Todo va a estar bien —susurró, mientras intentaba contener las lágrimas y el miedo.

Pasaron unos minutos. La respiración del hombre se volvió más regular, su color regresó al rostro. Abrió los ojos y miró a Ana con gratitud.

—Me salvaste la vida… —susurró—. ¿Cómo podría agradecerte?

Ana sonrió, pero de pronto se levantó de golpe, como si despertara de un sueño:

—¡Dios mío… llego tarde!

Murmuró unas disculpas y corrió hacia el metro, con el corazón encogido por la desesperación. Ya estaba. La oportunidad se había perdido. No habría una segunda vez.

Aun así, fue a la oficina. Solo para saber que había hecho todo lo que estaba en sus manos. Cuando Ana finalmente llegó a la sede de la empresa, casi se desmaya por lo que vio…

En la recepción, la secretaria le sonrió amablemente y dijo:

—Lo sentimos, la dirección se ha retrasado un poco. Puede tomar asiento, por favor.

Ana apenas pudo contener un suspiro de alivio. Se sentó en una silla, abrazó su bolso y sintió cómo poco a poco se le iba la tensión.

Media hora después, la puerta se abrió. Y entró… exactamente ese anciano. Afeitado, con un elegante traje y un bastón en la mano. Ana se quedó paralizada.

—Buenos días —dijo, dirigiéndose a todos—. Soy el propietario de esta empresa. Disculpen mi retraso. Ha habido… un incidente muy importante.

Se volvió hacia Ana, le sonrió y asintió con la cabeza:

—Aquí está la mujer que no dudó en detenerse cuando todos los demás miraban hacia otro lado. La que realmente entiende lo que significan la responsabilidad, el coraje y la humanidad.

Ana, queremos que empiece con nosotros lo antes posible. Ya ha demostrado que merece este puesto.

Ana no podía creer lo que oía. Las lágrimas se le llenaron los ojos. Había salvado a una persona… y al hacerlo, de forma inesperada, también se salvó a sí misma.

**Si te gustó la historia, no olvides compartirla con tus amigos. ¡Juntos podemos seguir transmitiendo emoción e inspiración!**

Califique el artículo