A medida que las luces del escenario se iluminaban y el público se callaba en anticipación,
una joven niña, no mayor de diez años, subió al escenario con una seguridad que contradecía su tierna edad.
Sosteniendo un micrófono, se colocó frente al panel de jueces,
que incluía al notoriamente exigente Simon Cowell, cuya reputación de ser implacable en sus críticas lo precede.