¡Absolutamente! La actuación de la niña fue realmente conmovedora, dejando una huella duradera tanto en el público como en Simon Cowell.
Con su interpretación emotiva de una canción sentida, vertió sus emociones en cada nota, cautivando a todos con su talento genuino y su auténtica pasión por la música.
Su voz resonó con sinceridad y profundidad, trascendiendo el mero entretenimiento para tocar los corazones de todos los que la escuchaban. Fue un momento de pura magia, en el que el poder de la música unió a todos en emociones compartidas de alegría, empatía y quizás incluso un toque de nostalgia.
Y para Simon Cowell, cuya reputación de crítica severa le precede, la experiencia fue sin duda profunda, revelando el lenguaje universal de la música y su capacidad para derribar incluso las barreras más fuertes y evocar emociones genuinas.