Una madre soltera de cuatro hijos compra un coche usado. El dueño le dice que mire en el maletero cuando llegue a casa.

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Jennifer, una madre soltera de cuatro hijos, luchaba por salir adelante después de que su esposo Adam la abandonara al enterarse de que ella estaba embarazada de su cuarto hijo.

“¿Otra boca que alimentar? ¡De ninguna manera!”, exclamó él, abandonó su remolque y solicitó el divorcio.

Desolada, Jennifer había esperado que él la apoyara en esos momentos ya de por sí difíciles económicamente, pero en lugar de eso, Adam cortó toda ayuda financiera, alegando que no podía encontrar trabajo debido a la falta de un título universitario.

Desesperada por proveer para sus hijos, Jennifer buscó empleo, pero constantemente fue rechazada por las empresas locales.

“Es difícil contratar a madres con hijos pequeños”, le dijo un empleador. “Siempre surge algo: o un niño está enfermo o no hay nadie que pueda cuidarlos. Es simplemente demasiado para nosotros.”

Decidida a mantener a su familia, Jennifer amplió su búsqueda a una ciudad cercana. Con el último de sus ahorros, pagó un taxi y pidió a sus vecinos que cuidaran a sus hijos.

Después de entrar a un hotel y solicitar un trabajo en el servicio de limpieza, fue contratada de inmediato.

Aliviada, volvió a casa para darles la buena noticia a sus hijos, pero pronto se dio cuenta de que el costo diario del taxi era inasequible.

Jennifer sabía que necesitaba un coche propio, pero con tan poco dinero, parecía imposible comprar uno.

Encontró un coche usado y le pidió desesperadamente al propietario que se lo vendiera por 5.000 dólares, explicándole su situación como madre soltera que lucha por sobrevivir.

Conmovido por su historia, el propietario, Jeff, aceptó el precio reducido bajo la condición de que ella pudiera pagar al día siguiente.

Sin otras opciones, Jennifer solicitó un préstamo, que fue rápidamente rechazado debido a su mala solvencia crediticia. Desesperada, consideró vender una herencia familiar: un collar de oro que su difunta madre le había dejado.

Aunque la idea la entristecía profundamente, sabía que era su única opción. En una casa de empeño local, el collar fue tasado en 5.500 dólares, justo lo necesario para cubrir el coche y algunas necesidades diarias.

Al día siguiente, Jennifer regresó al concesionario y le entregó a Jeff un sobre con los 5.000 dólares. “Muchas gracias”, dijo ella. “Este coche cambiará mi vida y la de mis hijos.”

Mientras Jennifer firmaba los papeles, Jeff silenciosamente metió algo en el maletero del coche. Antes de que ella se fuera, le gritó: “No te olvides de revisar el maletero en casa. He dejado algo para tus hijos.”

En su nueva rutina de viajar y cuidar a sus hijos, Jennifer olvidó las palabras de Jeff, hasta que un día encontró una nota en la guantera.

Decía: “Espero que tú y tus hijos disfruten del regalo que dejé en el maletero. Que les sea de mucha ayuda.” Curiosa, Jennifer abrió el maletero y solo encontró un sobre blanco: el mismo que ella había usado para darle a Jeff el pago. Dentro estaban los 5.000 dólares, intactos.

Abrumada por la gratitud, Jennifer regresó al concesionario para agradecer a Jeff. “La vida te presenta desafíos”, le dijo Jeff. “Depende de ti enfrentarlos o dejarte vencer por ellos. Te has mantenido fuerte por tus hijos, y sabía que necesitabas el dinero más que yo. Solo prométeme que devolverás la amabilidad.”

Con lágrimas en los ojos, Jennifer asintió y prometió algún día devolver la amabilidad que le habían mostrado.

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