La gente quedó asombrada cuando, durante el habitual servicio dominical,
una pequeñita en brazos de su orgulloso padre añadió a las canciones del coro una voz angelical.
Cuando los feligreses se reunieron para orar, no tenían idea de la increíble cosa que estaban a punto de presenciar.
Cuando el coro comenzó a cantar, el bebé, que apenas estaba aprendiendo a sentarse solo, añadió sonidos más armoniosos que el típico balbuceo infantil.
Era como si el niño hubiera nacido con una habilidad natural para la música.
Los dulces sonidos del bebé llenaron la iglesia de asombro y alegría.
Los padres disfrutaron del momento y se conmovieron por la inocencia y belleza de la canción sorpresa.
Todos allí siempre recordarán la breve pero mágica actuación de la pequeña, que les recordó el infinito milagro y magia que se puede encontrar en la vida cotidiana.