Tengo 70 años.

Gente

Después de que mi esposo murió, la casa quedó vacía.

La soledad era insoportable.

Una nuera obliga a una anciana a mudarse a un garaje viejo, pero semanas después aparece un hombre — Historia del día

Cuando el hijo de Beatrice Fairman, Mateo, se casó, le pidió permiso a su madre para mudarse con su esposa recién casada, Rita, a la gran casa de cinco habitaciones en la que había crecido.

Beatrice, que se sentía cada vez más sola y hasta simpatizaba con su nueva nuera, estuvo encantada de aceptar.

Ni en sus pensamientos imaginaba que aquel idílico arreglo se convertiría en una pesadilla.

Su hijo iba a desaparecer sin dejar rastro, y Rita mostraría su verdadera cara — una mujer cruel que expulsaría a Beatrice de su propia casa.

Al principio, todo parecía maravilloso.

Mateo y Rita se mudaron inmediatamente después de la luna de miel, y los tres convivían felices.

Como ambos jóvenes trabajaban, Beatrice, que estaba jubilada, cocinaba para toda la casa.

Los dos eran agradecidos, ahorraban dinero y vivían cómodamente.

Y Beatrice estaba feliz de tener a su hijo cerca y hasta había desarrollado una relación cercana con Rita.

Todo cambió cuando Mateo fue ascendido y la empresa lo envió a viajar por el mundo durante algunas semanas.

Al principio, la presencia de Beatrice ayudaba a que Rita no se sintiera tan sola.

Hablaban a menudo con Mateo por Skype, lo apoyaban y lo esperaban con cariño.

Cuando le dijeron que tendría que irse seis meses a la sucursal de Londres, ambas mujeres se mostraron visiblemente molestas.

— Sé que será difícil — dijo Mateo — pero después de eso me promoverán y no tendré que viajar más.

— Ustedes tienen la una a la otra…

— ¡Hemos estado separados más tiempo que juntos! — estalló Rita.

— Querido, yo también creo que Rita tiene razón — dijo Beatrice.

— Ella te necesita a ti, no a mí.

— Tengo que hacer este sacrificio — dijo Mateo.

— Y todos necesitamos hacerlo.

Mateo se fue.

Al principio, todo parecía soportable.

Llamaba seguido.

Estaba alegre.

Luego… las llamadas se hicieron cortas.

Raras.

Después, solo una vez por semana.

Hasta que… nada.

Intentaron contactarlo.

Ninguna respuesta.

Rita incluso llamó a la empresa.

— ¿Mateo? — dijo el jefe, sorprendido.

— ¡Se fue de Londres hace dos semanas! Dijo que tenía prisa por llegar a casa…

Impactada, Rita se dio cuenta de que nadie sabía dónde estaba.

Llamaron a las aerolíneas — no abordó ningún avión.

La policía británica no tenía información.

Mateo había desaparecido.

Beatrice se refugió en la oración.

Rita se fue poniendo cada vez más furiosa.

— ¡Tu hijo me abandonó! Pero estoy segura de que a ti te dijo dónde está.

— No sé nada, Rita, te lo juro…

— ¿Promesas? Le creí y ahora estoy atrapada con una vieja inútil. Han pasado tres meses y no pienso esperar más.

Esa noche, Rita se arregló, se puso lápiz labial rojo y se fue.

Fue la primera de muchas noches que pasó fuera de casa.

Luego comenzó a traer a Bill — un hombre moreno, alto.

Cuando Beatrice protestó, Rita gritó:

— ¡Matt me dejó! ¡No le debo nada! Bill me ama.

¡Y tú cállate!

Al día siguiente, Beatrice encontró sus cosas en la puerta.

— ¿Qué haces con ellas?

— Te mudas al garaje.

Bill va a vivir aquí.

Necesitamos privacidad.

Beatrice protestó, pero Rita estaba decidida.

La anciana terminó durmiendo en un garaje polvoriento y húmedo, entre cajas y ratas, mientras Rita y su amante ocupaban la casa.

Todo parecía perdido.

Hasta que un día…

Beatrice estaba frente al garaje, bajo el sol, cuando un coche se detuvo frente a la casa.

De él bajó una figura conocida.

— ¿¡MATT!? — exclamó.

— ¿Eres tú? ¡Pensé que habías muerto!

— ¡Mamá! — sonrió, corriendo a abrazarla.

— ¿No recibiste mis mensajes?

— ¡No! Tres meses viví con miedo…

— Tuve un accidente.

Estuve en el hospital, en recuperación.

Pero ahora estoy bien.

Rita… ¡debe estar horriblemente preocupada!

Beatrice bajó la mirada.

— Hijo… ya no vivo en la casa.

Estoy en el garaje.

Rita trajo aquí a su novio…

Mateo se quedó paralizado.

Luego se enojó.

Entró por la puerta y se encontró cara a cara con Rita y Bill.

— ¿Matt? — dijo Rita, pálida.

— ¿Estás… vivo?

— Sí.

Pero ya no soy tuyo.

Haz tus maletas y sal de la casa de mi madre.

No quiero verte nunca más.

Rita lloró.

Inventó excusas.

Mateo permaneció impasible.

En dos horas, Rita y Bill se fueron.

Mateo se quedó con Beatrice.

Hizo todo lo posible para redimirse por su ausencia.

Pero para Beatrice… el hecho de que su hijo estuviera vivo, sano y de nuevo a su lado fue el mejor regalo del mundo.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

El amor verdadero es paciente y fiel.

Rita no amó realmente a Mateo, de lo contrario lo habría esperado, como lo hizo su madre.

Los abusadores se aprovechan de quienes creen indefensos.

Rita creyó que Mateo había desaparecido para siempre y aprovechó la vulnerabilidad de una anciana, creyendo que nadie la protegería.

La verdadera familia siempre regresa.

No importa cuán largo sea el silencio, el vínculo real no desaparece.

Califique el artículo