Nadie evitó el suicidio de Isabel: «Mi hija sólo hablaba de matarse. ¿Cómo no la ingresaron inmediatamente?»

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Los padres de una joven valenciana de 16 años que se tiró por la ventana denuncian a su psicóloga y su psiquiatra por no ingresarla aunque dio todas las pistas de su intención de matarse. El suicidio ya es la primera causa de muerte entre menores y faltan recursos para combatir esta plaga

Nadie evitó el suicidio de Isabel: «Mi hija sólo hablaba de matarse. ¿Cómo no la ingresaron inmediatamente?»
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Tres días antes de tirarse por la ventana el 28 de mayo pasado, durante ese último mes en que según su padre ya no era ella -«porque sólo hablaba de morir»-, al despertarse por la mañana, Isabel Martínez Hernández recibió en la cama de su habitación los buenos días de su madre.

La joven le contestó: «Pero, ¿por qué no me dejáis irme ya? Quiero descansar, dejadme descansar. Para vosotros van a ser dos años malos, pero para mí va a ser descansar al fin, la liberación».

Esa misma mañana, su madre la acompañó a ver a su psiquiatra, quien consignó que la cría tenía constantes «deseos de muerte», y que incluso decía que le daba miedo tirarse por la ventana y no matarse, porque la familia vive en un segundo piso.

Tres días después, habiendo dado todas las pistas posibles, la chica, de 16 años, consiguió al fin su objetivo. Sus padres la enterraron el 31 de mayo, el mismo día en que Isabel habría cumplido 17. Igual que nadie pudo detener su suicidio, nadie puede imaginar el dolor que causó la anorexia que la chica sufrió durante los dos últimos años de tu vida. Un dolor que desembocó en su muerte.

Un dolor que no supieron ver ni calibrar, denuncian sus padres, ni la psicóloga ni la psiquiatra que la trataron en el Hospital Central de Requena (Valencia), donde vive la familia. Las profesionales que no aplicaron el protocolo antisuicidio y que, según aseguran los padres, les dijeron cosas como «queréis ingresarla y quitárosla de encima, ¿no? Pues ingresarla no va a servir de nada».

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Las que, cuando ellos les preguntaban por qué su hija había intentado suicidarse ya 25 días antes, y cuáles eran las razones de su malestar, les contestaban: «Vosotros sabréis». «Como si nosotros tuviéramos la culpa de la anorexia de nuestra hija», se lamentan.

Las que, pese a todos los avisos de la cría, que se pasó los últimos meses hablando constantemente de la muerte, «visitando tumbas» y obsesionada con matarte, repetían a sus padres «que sólo quería llamar la atención». Que sólo eran «cosas de la adolescencia».

Las que «infravaloraron», denuncian los padres, que la chica se había metido ya fuerte en las drogas, sobre todo en los porros, «para dormirse, para pasar el día amodorrada, atontada», dice Rafael, el padre.

Isabel quería ser «directora de cine o periodista» y «salvaba animales perdidos». Dejó escrito su infierno en un diario conjunto con su padre, que la recuerda como «una chiquilla normal, cariñosa y responsable, que sacaba buenas notas», dice él, llorando al otro lado del teléfono.

El sistema no supo ver que Isabel se iba a matar. O si lo vio, no puso los medios para que no sucediera.

Si el suicidio es ya la primera causa de muerte no natural en adolescentes, si la cifra subió un 20% en el primer año de pandemia y si un 19% de los chavales ha pensado en intentarlo en el último año según la Universidad de La Rioja, Isabel fue más allá tras un proceso que sus padres tildan de «completamente autodestructivo» y ante el que se vieron «desprotegidos» por la sanidad pública.

Tras comenzar a sufrir de ansiedad unos meses antes del inicio de la pandemia, Martínez pasó 12 días en febrero pasado ingresada en La Fe, en Valencia, aquejada de anorexia restrictiva, un tiempo que le sentó «muy bien», según sus padres. El tratamiento pasó de nuevo al Hospital de Requena, a manos de las dos profesionales ahora denunciadas por los padres, primero ante la Guardia Civil, después mediante una querella criminal por negligencia con resultado de muerte.

Tres días antes de su suicidio, la psiquiatra que atendía a Isabel escribía, en un informe escalofriante y que obra en poder de este diario: «Muchos pensamientos de muerte y deseos de desaparecer. Ha pensado en sobreingesta de medicamentos, pero ya lo ha probado y ha visto que no lo ha conseguido» -se refería a un intento autolítico del 5 de mayo, con una ingesta masiva de pastillas-.

Sigue ese informe: «Ha pensado en defenestrarse pero cree que puede hacerse mucho daño y no perecer en el intento. Y no consigue pensar en otras formas de lograrlo. Se ha hecho cortes en el antebrazo y dice que se ha informado de cómo hacerlo correctamente para morir, pero de momento no se ha atrevido».

Aún a la vista de este panorama, la médico no activó ningún protocolo antisuicidios, denuncian los padres. Isabel Martínez, según acreditan los progenitores, simplemente fue incluida en una lista de espera para ingreso por sus trastornos alimenticios, a la espera de una llamada telefónica que no llegó antes de la muerte de la joven, que saltó por la ventana tras simular quedarse dormida en su habitación ante el temor de unos padres que no la dejaban ni a sol ni a sombra.

El padre, Rafael, describe un panorama imposible para una cría de 16 años: «Mi hija pesaba 37 kilos, dormía dentro de su cama con ropa de calle, no se cambiaba en días, sólo hablaba de cómo matarse, la propia psiquiatra admitía que no tenía herramientas para manejar su situación, que tenía la mirada perdida y que estaba ‘temblorosa’… ¿Cómo escribe esto esta mujer y no la ingresa inmediatamente?».

Este diario intentó este martes contactar con ambas profesionales, sin éxito, para conocer su versión.

La Consellería de Sanitat de la Comunidad Valenciana no se ha pronunciado a pregunta de este diario, por estar el tema judicializado. Eso sí, más allá de enviar sus condolencias a los padres de Isabel Martínez, también admite que es necesario un plan de choque para la salud mental infantojuvenil: habrá 70 nuevas plazas para profesionales especializados, que se traducirán tanto en la creación de equipos de atención como en nuevos hospitales de día.

«Curiosamente», dice Pedro Martín-Barrajón, de Psicólogos 21, «la Generalitat Valenciana es quien más invierte en España en salud mental infantojuvenil, 100 millones, igual que el Gobierno central. Sin embargo también es cierto que las autolesiones han aumentado un 246% y los trastornos de conducta alimentaria un 826% con la pandemia».

Interviene José Carrión, psicólogo y otra de las referencias españoles en adolescentes: «Es verdad que hay un aumento considerable de la conducta autolítica en adolescentes, los datos apuntan claramente a ello. Uno de los factores a destacar es la famosa pandemia, el hecho de que en un periodo de socialización, para estos chicos, tengamos un confinamiento, una privación absoluta de referentes sociales. También está la presión que la sociedad ejerce sobre ellos para que sean de una forma determinada, algo muy frecuente en las redes sociales, sobre todo las visuales».

Hablamos de personas hiperprotegidas, que ante cualquier dificultad se vienen abajoJOSÉ CARRIÓN, PSICÓLOGO

Carrión cree que «hablamos también de personas hiperprotegidas, que no han desarrollado gran resiliencia por asumir el discurso de sus padres, que ante cualquier contrariedad se vienen abajo porque no han asumido que existen las dificultades». ¿Hay medios para tratar esto? «Aunque los profesionales están muy bien formados, son muy pocos. No se puede dar una buena asistencia si ves a un paciente cada 45 ó 60 días», dice Carrión.

Rafael cuenta que su hija dejó escrito «80 veces» en ese diario que escribió con él que ya no quería «estar en este mundo» y que a la vez la psicóloga les decía a ellos, aún viéndoles implorar desesperados un ingreso porque no eran capaces de ayudar a su hija: «¿Qué queréis, quitárosla de encima?».

«Mi hija nos decía que se daba asco a sí misma, que su objetivo era pesar 34 kilos, y mientras, cuando le decíamos a una de estas dos señoras que se estaba tomando 12 pastillas al día y encima estaba empezando a fumar porros y marihuana para poder estar atontada todo el día, ella nos contestaba: ‘No os preocupéis, tengo muchos pacientes forrados a pastillas, y toman también coca, y no pasa nada’… Es decir, la psicóloga nos llegó a decir que no pasaba nada porque se drogara, que la gente joven tiene que probar las cosas, que es su forma de experimentar. Y nosotros le decíamos: ‘¿Entonces la animamos a drogarse?’».

Mientras la chica perdía el control de su vida a ojos vista, ellos se sentían «ninguneados y maltratados», dicen, por estas profesionales, una de las cuales llegó a investigar si el padre maltrataba a Isabel y de ahí venían los problemas. «Madre mía, con lo que yo he hecho por mi hija…», dice Rafael, que se recorrió casi una decena de centros, entre públicos y privados, para buscar ayuda, según consta en la denuncia ante la Guardia Civil. «También llegó a acusarnos de que le faltaba una figura paterna, porque yo trabajo mucho. Pero si yo me he llevado a mi hija al hombro a todas partes… Nos culpaba a nosotros y ni siquiera sabía valorar qué tenía mi hija».

Los progenitores dicen que esta psicóloga les acusaba a veces de ser «demasiado blandos», y en otras ocasiones de no entender a su hija. De hecho, el último ingreso, el que se determinó pero nunca se llegó a producir porque la cría saltó por la ventana, lo ordenaron no porque Isabel sufriera constantes ideaciones suicidas, sino por «desbordamiento familiar», según consta en uno de los informes médicos. Es decir, porque la familia no sabía cómo tratar a su hija, «cuando eran ellas las que no tenían ni idea de cómo hacerlo», dice el padre.

La psicóloga le permitió no ir a clase para no tener ansiedad, y eso la perjudicóRAFAEL MARTÍNEZ, EL PADRE

También acusan a la psicóloga de permitir a la joven abandonar las clases en su instituto «con la excusa de que si le daban crisis de ansiedad era mejor que estuviera en casa», cuenta Rafael. «Justo lo contrario de lo que dicen los demás psicólogos: que hay que tener rutinas y cosas cotidianas a las que agarrarse. Aquello la aisló y la descontroló más. Nos decía que tenía que tocar fondo para poder ir hacia arriba».

Ante su completa desesperación, con la cría abandonada a drogarse durante el ultimo mes, y a comer y vomitar encadenando ataques de bulimia, los padres llevaron incluso a su hija ver a una psicóloga del Ayuntamiento, que realizó dos consultas con la menor y «alertó de la gravedad de la situación», dice Rafael Martínez.

Esta profesional les dijo a los progenitores, cuando ya estaban aterrorizados por hallarse su hija «fuera de control», que le pasaran su teléfono a las dos profesionales que trataban a Isabel, porque la chica necesitaba ayuda urgente y quería hablar con ellas.

– ¿Qué pasó?

– Se lo pasamos pero jamás la llamaron.

El psicólogo Pedro Antonio Marín dice: «Muchos de estos intentos no son llamadas de atención, sino peticiones de ayuda». Mientras la psicóloga les decía a los padres de Isabel Martínez, según estos, que sus verbalizaciones suicidas eran formas de «llamar la atención», la psiquiatra consignó en su último informe: «Se siente incapaz de cambiar la dinámica actual. Solicita ayuda para salir de esta crisis«. Tres días después Isabel se iba para no volver.

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