Frank había vivido solo durante años y no estaba acostumbrado a las visitas.

Gente

Así que cuando sonó el timbre, suspiró sorprendido y fue a ver quién era.

En la puerta había una joven.

Antes de que ella pudiera decir una palabra, Frank la interrumpió.

Frank había vivido solo durante años.

Le gustaba la tranquilidad y ya había aceptado que no tenía ni familiares ni conocidos.

Por eso se molestó más que interesarse cuando, una mañana de sábado, escuchó golpes en la puerta.

Se levantó del sillón suspirando profundamente.

Al abrir la puerta, vio a una adolescente, no mayor de dieciséis años, en el porche.

—No quiero comprar nada, no me interesan las iglesias, no apoyo a niños ni gatos abandonados y no me importan los problemas ambientales —gritó Frank antes de que ella dijera algo, y cerró la puerta de golpe sin esperar respuesta.

Pero el timbre volvió a sonar.

Frank se volvió hacia el televisor, subió el volumen y se recostó.

El pronóstico del tiempo anunciaba código de huracán.

Echó una mirada rápida, negó con la cabeza y murmuró:

—No me importa.

Mi sótano está preparado para cualquier cosa.

El timbre siguió sonando.

Minutos enteros.

Luego un cuarto de hora.

Después otros cinco minutos.

Molesto, Frank explotó, se levantó y abrió la puerta con fuerza.

—¿Qué quieres? ¿Qué buscas aquí?

—Supongo que eres Frank —dijo la chica calmadamente, mirando fijamente a sus ojos—. Tenemos que hablar.

—Digamos que sí.

¿Quién eres y por qué estás aquí? ¿Dónde están tus padres?

—Me llamo Zoe.

Mi madre murió hace poco.

Ya no tengo padres —dijo con voz firme.

—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —gruñó Frank, comenzando a cerrar la puerta.

Zoe puso la mano en el marco.

—¿No quieres al menos saber por qué vine? —preguntó sin moverse.

—Solo quiero saber cuánto tiempo más vas a estar en mi propiedad antes de desaparecer para siempre —gritó Frank, apartándole la mano y cerrando la puerta con tanta fuerza que el marco vibró.

Pero la chica no se rindió.

A la mañana siguiente, Frank se despertó, salió a buscar el periódico y… se quedó paralizado.

Las paredes de su casa estaban cubiertas de huevos rotos, y en ellas había pintadas palabras gigantes y torcidas con pintura negra.

—¿Qué diablos…? —gritó mirando a su alrededor, pero la calle estaba vacía.

Corrió de vuelta a la casa, agarró baldes, esponjas, detergentes y limpió todo el día.

Le dolía la espalda, las manos le temblaban, pero al anochecer las paredes estaban limpias.

Y justo cuando pensaba que podía respirar tranquilo, salió con una taza de té y vio… el jardín lleno de basura.

Cajas vacías, papeles, restos de comida podrida.

—¡Niña idiota! —gritó sin dirigirse a nadie en particular.

Al agacharse para recoger un tomate podrido, vio una nota pegada en el buzón:

“Escúchame solo una vez y prometo dejarte en paz.

—Zoe”

Al final, escrito con marcador grueso, había un número de teléfono.

Frank arrugó la nota y la tiró.

Al día siguiente, el ruido de una multitud lo despertó.

En la acera, un grupo de personas sostenía pancartas y gritaba:

—¡Por el medio ambiente! ¡Gracias por ofrecernos tu jardín!

Frank abrió la ventana y gritó:

—¿Quién diablos son ustedes?

Una mujer con aspecto hippie le respondió alegremente:

—¡Defendemos el planeta, señor!

Frank, enfurecido, salió con una escoba y los ahuyentó.

Después de que se dispersaron, vio una caricatura suya en el camino, junto a las palabras: «Odio a todo el mundo.»

En la puerta había otra nota:

“Encontraré métodos aún más molestos si no me escuchas.

P.D.

La pintura es permanente.”

Y otra vez… ese número.

Con las manos temblorosas, Frank tomó el teléfono y marcó.

—¡Ven AHORA a ver lo que has hecho! —gritó y colgó.

Unas horas después, Zoe apareció.

No estaba sola.

Junto a ella, un hombre mayor con expresión seria.

Frank se quedó paralizado.

Reconoció su rostro.

—Soy tu hermano, Frank —dijo el hombre con voz temblorosa—. Te he buscado durante años. Zoe es mi hija.

Frank permaneció inmóvil.

Había olvidado que alguna vez tuvo familia.

Su hermana, que murió joven, dejó atrás una niña.

Y esa niña… lo había estado buscando.

Y ahora, en medio del caos y la ira, un lazo perdido se reanudaba.

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