La residencia fue erigida a finales de los años veinte del siglo XX para el banquero Dimitar Ivanov y su esposa, Nadezhda Stankovic. En su diseño interior, destaca la imponente chimenea de mármol rojo en el salón de recepción, junto con un estrado para músicos y elegantes puertas interiores de cristal. La casa albergaba varias estancias, incluyendo amplias terrazas, un estudio espacioso y áreas de servicio. Aunque el mobiliario original se ha perdido, se sabe que la élite de Sofía de esa época prefería muebles de Europa Central y Occidental.
En cuanto al exterior, la propiedad presenta un amplio patio frontal que se abre a la calle, separado de la acera por una hermosa verja de hierro forjado. Una triple escalinata conduce a la entrada principal, mientras que la presencia de portales especiales para carruajes a ambos lados del patio añade un toque distintivo. Es fácil imaginar cómo antaño una carroza habría ingresado al patio, mientras los ocupantes eran recibidos, dejando luego los caballos y el carruaje en un área detrás de la casa, especialmente diseñada para tal fin, hasta que terminara la recepción.
La familia Ivanov disfrutó de la felicidad en esta casa hasta al menos 1944. Posteriormente, tras la guerra, la propiedad fue nacionalizada y albergó inicialmente la embajada rumana. En décadas posteriores, la residencia sirvió como sede de representaciones comerciales de la URSS en Bulgaria, así como de la administración de diversas estructuras comunistas cuyos propósitos eran poco claros.
En la década de 1990, la casa fue restituida y devuelta al heredero del primer propietario, el banquero Dimitar Ivanov. Sin embargo, desde 2004, la propiedad ha pasado a manos del director de Lukoil, Valentin Zlatev, quien no ha mostrado interés alguno en preservar este importante monumento cultural. Lamentablemente, esta hermosa casa, una vez en ruinas durante décadas, ahora se encuentra tristemente abandonada.