DOY TODO POR MI FAMILIA, PERO MI ESPOSO ME ENGAÑÓ, Y MIS HIJOS LO DEFENDIERON. DURANTE UNA FIESTA, SALÍ A TOMAR AIRE Y ME ENCONTRÉ CON ALGUIEN INESPERADO: MI PRIMER AMOR. DESPUÉS, RECIBÍ UNA PROPUESTA QUE ME DEJÓ SIN ALIENTO…
Estaba en la cocina, removiendo la sopa que hervía a fuego lento, pero me sentía lejos de todo. La casa estaba en silencio, como siempre. Entonces, Jack entró por la puerta principal.
Ni un «¡Hola!», ni un «¿Cómo estuvo tu día?». Mi esposo ni siquiera me miró. Tiró su saco sobre una silla y comenzó a hablar del trabajo.
“La próxima semana hay otro evento,” dijo, sin levantar la vista. “Vas a asistir.”
“No quiero ir,” respondí en voz baja, sabiendo que mi respuesta no importaba.
Jack simplemente continuó hablando e ignorándome, como siempre. Su vida giraba en torno al trabajo, a las personas que quería impresionar y a su imagen.
Para él, yo era solo otro accesorio con el que podía aparecer.
Mientras cenábamos, nuestro hijo Lucas, de 17 años, ya estaba completamente absorto en su teléfono. Apenas levantó la vista, apenas me miró a los ojos y luego siguió escribiendo.
“Sabes, podrías ayudarme a poner la mesa,” dije, intentando captar su atención.
“Sí, tal vez después,” murmuró sin mirarme.
Jack miró a Lucas y sonrió, pero no dijo nada. Siempre había sido el padre indulgente, le daba todo lo que quería: un auto, dinero y sin reglas.
Lucas veía a Jack como el padre “genial”, mientras que yo era solo la madre que le recordaba que comiera sus vegetales y estudiara.
Nuestra hija de 14 años, Mia, también estaba absorta en su teléfono. Casi no hablábamos. Al igual que Lucas, admiraba a Jack porque la dejaba ir a fiestas sin hacer preguntas.
“Voy a casa de Katie después de la cena,” dijo Mia de repente.
“No, Mia, eso no puedes…” comencé a decir, pero Jack me interrumpió con una mirada rápida.
“Claro, está bien,” dijo él, sin ni siquiera mirarme.
“Jack, tenemos que hablar sobre esto…” intenté de nuevo.
“No ahora,” dijo él, callándome. “Hablaremos después.”
Así era siempre. Yo era la que decía NO y la que se preocupaba por las cosas. Jack, en cambio, parecía completamente libre de las preocupaciones que flotaban sobre nuestra mesa.
En la fiesta esa noche, todo era como de costumbre: alegre, ruidoso y agotador. Me retiré a una esquina mientras Jack entretenía a sus socios de negocios, estrechando manos, haciendo bromas y olvidándose completamente de mi existencia. Ese era su universo, y yo solo era el decorado.
Entonces la vi, Claire. Otra vez. Siempre estaba ahí, demasiado cerca de Jack. Observé cómo se inclinaba hacia él cuando hablaba, cómo sonreía demasiado tiempo. No era una coincidencia. Ya lo había visto demasiadas veces. Mi estómago se encogió.
Necesitaba aire fresco. Sin decir una palabra, salí al balcón para escapar del peso de esa noche. La brisa fría golpeó mi rostro y, por un momento, pude respirar de nuevo.
Entonces lo vi.
“¿Emily?”
Era Daniel, mi primer amor. Casi no había cambiado, con esos mismos ojos cálidos y esa sonrisa sincera. Era como si el tiempo no hubiera pasado.
“Daniel… No puedo creer que seas tú.”
Se acercó. “Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?”
Comenzamos a hablar, y la conversación se sentía tan ligera, tan natural. Era como si hubiera reencontrado una parte de mí misma que creía perdida.
Por primera vez en años, me sentí… viva.
Cuando regresé a la fiesta, vi a Jack sentado junto a Claire, riendo. Contuve mis lágrimas y le pregunté en voz baja:
“¿Nos vamos a casa?”
Jack miró el reloj y negó con la cabeza. “Te pedí un taxi. Sabía que querrías irte temprano.”
Subí al taxi sintiéndome más sola que nunca.
A la mañana siguiente, Jack no estaba en casa. Me había dejado un mensaje corto: “Pasé la noche en casa de un amigo. Hablaremos después.”
En la cocina, Mia entró y anunció: “Esta noche me quedaré a dormir en casa de Olivia después de la fiesta.”
“No, Mia,” dije firmemente. “Esta noche te quedas en casa.”
Sus ojos brillaron de ira. “Papá dijo que podía ir.”
“Yo digo que no puedes. Tienes 14 años, Mia. No puedes hacer todo lo que quieras.”
“¡Por eso papá ya no te quiere!” gritó antes de salir del cuarto furiosa.
Lucas, que hasta ahora había estado en silencio, levantó la vista y añadió: “Mia tiene razón. Papá está con otra persona, y es tu culpa.”
Más tarde miré la tarjeta de visita de Daniel. Tomé el teléfono y lo llamé. Necesitaba alguien que me escuchara. Nos encontramos en el parque, y cuando llegué, sentí que el peso en mi pecho se hacía más ligero.
“Emily, mereces algo mejor,” dijo Daniel con una ternura que me mostró cuánto de mí misma había perdido.
Mientras caminábamos, mi mirada se detuvo en algo a lo lejos. Jack y Claire. Se estaban besando.
“Mañana vuelo a Florida,” dijo Daniel. “Ven conmigo. Necesitas tiempo para encontrarte a ti misma. No decidas ahora, solo piénsalo.”
Me fui sin darle una respuesta, pero en el fondo sabía que ese momento era el comienzo de un nuevo capítulo para mí.
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